Si desprecias el lugar donde vives, el lugar donde vayas te despreciará.
Ese mismo día Meryem y su madre emprendieron el viaje hacia Kidal, la capital de la región, soportando unas horas infernales en un bus de carga que parecía hoguera. Una vez en la ciudad, Meryem quedó sorprendida que el pozo se encontraba en la plaza, las personas no tenían necesidad de caminar un kilómetro por agua. Luego, llegaron al palacio del gobernador, quien era primo de Fátima, y a quien le pedirían trabajo para la joven Meryem. Los guardias las adentraron al palacio por la puerta lateral que daba a la cocina, aquí conocieron a Aruma, una cocinera muy amable y con exceso de peso que se quejó por necesitar ayuda con sus oficios. La afable trabajadora les sirvió té y un plato de pastas, mientras les contaba su historia, un criado apareció e invitó a madre e hija a seguirlo. Caminaron por pasillos interminables, Meryem asombrada por lo resplandeciente de la gran habitación a la que entraron, aquí las recibió el gobernador Pelinor. Él y Fátima hablaron muy amistosamente hasta que la conversación se tornó tensa al mencionar que Yunan se fue a España, Pelinor se enfadó y su prima se fue rápidamente de su palacio, despidiéndose de una manera muy tosca de su hija. Meryem estaba triste y sola, creía que el único problema era su familia hasta que tuvo un encuentro con la señora de la casa quien la abofeteó y humilló por contestarle en voz alta. Poco a poco Meryem va entendiendo que para lograr sobrevivir este infierno y reunirse con su padre, ebe que aprender a jugar con las reglas que se les da y dejar de lado su orgullo tuareg.