Un hombre no puede saltar fuera de su sombra.
- Cuando Meryem despertó alguien la estaba auxiliando, era Aberkán y su joven pupilo Harun. Le relataron lo que sucedió, que Harun se había percatado de ella desde hace un buen rato y que al notar que se desmayó fue a rescatarla. A pesar de que Aberkán se había negado rotundamente a aceptar a Meryem en la caravana, la dejó permanecer ahí con la condición de mantenerse encubierta ante los demás hombres y que le sirviera en todo lo que ocupaba y sus alimentos tanto a él como a Harun. A pesar de lo que comandó Aberkán, Harun nunca permitió que la joven le sirviera la comida, al contrario, la ayudaba y protegía en todo lo que podía. Yunan le había descrito a Meryem sobre las tormentas de arena en el desierto, pero nunca se imaginó lo horrorosas que eran hasta vivirla en carne propia; Harun le dijo que se cubriera con el tagelmust y que no abriera los ojos por nada mientras se cubría contra un camello, pero algo hizo tambalear al animal y se paró en ella, dejándola sin protección y ocasionando que saliera volando, afortunadamente Harun la alcanzó y se recostó sobre ella, cuidándola de la tormenta. Esa noche, mientras todos dormían, Harun le brindó ropa limpia a Meryem para que se bañara y quitara toda la arena, mientras ella hacía esto no se había percatado que un hombre la estaba viendo. Pero Harun sí lo hizo, y cuando ella apareció él estaba amenazando al hombre con no decir nada de lo que vio y no volverlo a hacer; desde ese momento Meryem empezó a sentir algo distinto hacia Harun, algo que nunca había sentido antes hacia un hombre que no fuera su abuelo o padre, algo llamado amor. Se fue enamorando de Harun cada vez más y más, él solo pasaba junto a ella, protegiéndola y distrayéndola de la situación en la que estaba, le contaba sobre las estrellas y su vida pasada, sobre sus aspiraciones y deseos de convertirse en un madugu. Ella se encontraba simplemente fascinada ante tal sentimiento.