30 Apr
CAPITULO IX

Castiga a los que tienen envidia haciéndoles el bien. 

  • Meryem mantenía un buen paso con respecto a la caravana, andaba su cántaro con agua y recogía lo que sobraba de comida de las caravanas. Durante la noche se acurrucaba con una manta e intentaba acercarse a los camellos para poder despertar con la bulla de estos. Primero atravesaron una meseta con una subida muy angosta y peligrosa, los camellos subían con dificultad y Meryem solo esperaba que nada se desprendiera y mantenerse firme. Una vez en la planicie de la cima, descansaron ahí, los hombres relataban historias sobre terribles serpientes que aparecían en la noche y devoraban caravanas enteras. Meryem recordaba las enseñanzas de su abuelo y padre, sobre tener precaución con las víboras y alacranes, pues una mordedura de estos en el desierto puede ser mortal. Al ya estar en tierra firme nuevamente, todo iba muy bien, hasta que un viento fuerte se aproximó, haciendo casi imposible la visibilidad de la caravana. Luego de un rato, Meryem volvió a ver a la caravana un poco hacia su derecha, se sintió aliviada por un momento, hasta que se percató que su cántaro y bolsa donde portaba la comida habían desaparecido, pensó en regresarse para buscarlas, pero decidió no correr el riesgo de perder a la caravana. Planeó esperar al anochecer para robar un cántaro de algún camellero y comida, pero la joven no logró resistir las altas temperaturas del desierto sin una gota de agua, se desvaneció.
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